lunes, 7 de mayo de 2012

Gracias Pep


El pasado sabado, 5 de mayo del 2012 millones de aficionados en todo el mundo, sean del FCbarcelona o no asisitieron a un espectaculo sin igual, la despedida de un simbolo para un club de futbol y posiblemente algo mas.Estamos hablando de Pep Guardiola .
El legado que nos deja este monstruo del futbol, y de la comunicacion en general , es inmenso. Pep Guardiola excede lo puramente futbolistico . Nos muestra un camino que somos libres de escoger o no. No trata de inculcar nada. En los 90 minutos que dura el partido nos hacia ver que el mundo podia ser mejor. Eso es un hecho palpable en todo el mundo pero desde Barcelona, teniendo a mucha gente en contra sus ruedas de prensa eran ejemplo de saber estar y de tratar de hacer de este mundo algo mejor. Piensa que en España mucha gente lo ha encumbrado pero también muchos lo han defenestrado por no entender que el camino que el lleva es uno que conduce a la felicidad. Es uno de los muchos que pueden llevar. Solo nos muestra un camino diferente. Nos ha dejado lo mas preciado que un equipo puede tener, un estilo , una manera de hacer, una idea propia. Hasta su salida del club blaugrana ha sido todo un ejemplo para poder volver. Estando en lo mas alto decide poner un punto... y seguido, esperemos a la mas brillante carrera futbolistica que nadie ha emprendido. Que nadie lo dude, Pep Se va peor volvera .
Ha sido y es el mas grande y estamos seguros que el mito volvera a su casa pronto. Aun no te has ido y ya te añoramos Pep.
Muchas gracias por estos años maravillosos que nos has hecho pasar y por hacernos recuperar el orgullo de tener un sello y una forma propia perfeccionado a los anteriores Cruyff, Frank Rijkaard, etc.

sábado, 28 de abril de 2012

La obra de Pep

Por Ariel Scher

Ahora que dice adiós, lo mejor del Maestro Pep no reluce en ninguna vitrina. El tipo lo sabe: se va campeón. De verdad, campeón. Un campeón no es un individuo que alza la colección inacabable de copas que acarició con sus pulgares. Un campeón es otra cosa: alguien que vislumbra un sueño y se permite soñarlo, alguien que cree que tener ideas implica dar pelea por esas ideas, alguien que conoce que el fútbol no es la existencia pero a veces la resume, alguien que nunca olvida que ganar no consiste sólo en hacer más goles, alguien que asume que la vida pesa y lleva el peso, alguien que no se permite la ingenuidad pero tampoco la trampa. Si el Barcelona de Guardiola no hubiera dado tantísimas vueltas olímpicas como para marear al mundo, correspondería decir lo mismo. Al cabo, ese equipo -que ya es de todos y es bien de él- más que vueltas olímpicas dio vuelta al fútbol hasta ponerlo, ante los ojos del universo, de pie.
El Barsa de Guardiola es el rostro y la pasión a través de los que el fútbol refundó unas cuantas cosas. Fue y es la más alta combinación de la historia entre la dinámica de lo impensado y la dinámica de lo pensado. O sea: una exaltación de la capacidad creativa de los hombres puestos a jugar que se articuló con la tarea meticulosa por anudar cada detalle de los que se pueden prever. O sea: una orquesta sinfónica inigualable, hiperpoblada por improvisadores, que se abasteció con los soportes de lo planificable. O sea: la sociedad más deslumbrante entre la espontaneidad y la premeditación, entre el asombro y la lógica, entre la magia y el método, entre las señales del pasado y los desafíos del futuro, entre el derecho a lo individual y la grandeza de lo colectivo.
Acaso sin ponerle esos términos, Guardiola creyó en el Barsa de Guardiola desde que era pequeño. Así le enseñaron el fútbol, así jugó al fútbol, así modeló el juego de los que, orientados por él, juegan al fútbol. No resultó tan sencillo como parece. A Pep le tocó una circunstancia en el tiempo en el que ciertas comprensiones y ciertas sensibilidades del sentido de jugar -que el Barcelona seguía fecundando y exponiendo desparejamente a la luz- parecieron condenadas al silencio o a la derrota por muchos de los voceros de la era del palabrerío deportivo. Y, sin embargo, excavó hasta sacar a esas comprensiones y a esas sensibilidades del subsuelo del olvido para ponerlas sobre el suelo de las canchas. Y, sin jactancias, admitiendo que el fútbol alberga muchas maneras de asumirlo, defendió lo propio con la palabra, con la conducta, con el juego.
Guardiola aprendió y enseñó un fútbol que reivindica a dos protagonistas extraordinarios: las personas y la pelota. El Barsa de Pep expuso cuánto vale la pena moverse para tener la pelota, cuánto regocijo implica tenerla para dársela a los compañeros, cuánta solidaridad demanda recuperarla para volver a tenerla. Suena a elemental porque, en definitiva, en eso consiste el fútbol. Y, sin embargo, suena a maravilloso porque la propiedad de la pelota -la convicción de conquistarla y la voluntad de compartirla- fue despreciada o relativizada por las tendencias dominantes antes de que el enorme edificio de fútbol que erigió Guardiola con sus jugadores sacudiera a los estadios. El juego de posesión, la construcción asociada, la determinación de empezar y empezar y empezar, la certeza de que el gol es un propósito pero no un propósito sin medios, la evidencia de que esos medios son tan relevantes como el propósito, la vocación generosa de protagonismo en cada segundo, la evidencia de que el fútbol es para los otros y para uno, con los otros y con uno: todo eso detalla que a Pep le tocó timonear un navío contra el oleaje del mar espeso de la alta competición. A veces sucede: le salió un viaje tan audaz como hermoso.
La pila de resultados favorables con las que simpatizantes y estadígrafos contarán al Barsa de Pep no incluirá, probablemente, uno de sus logros mayores: ese equipo no sólo justificó tener pupilas para enfocarlas hacia sus aventuras arriba del césped, sino que también reeducó qué mirar cuando se mira fútbol, qué esperar de un partido. Aquello que no se podía ver se vio. Pep aprovechó las líneas centrales de la escuela formadora de futbolistas del Barcelona y la potenció hasta la excelencia. El fútbol es el espectáculo central de una era en la que casi todo se espectaculariza. Millones miran a unos cuantos que juegan. Y, no obstante, convertido en función de gala y en arte consecutivo, Pep concibió a un Barsa que convocó en cada una de sus presentaciones a públicos planetarios no porque se hubieran vuelto hinchas rabiosos del Barcelona. Lo que registraban era que las horas del Barsa de Pep en la cancha expresaban una cita con la belleza, con el atrevimiento, con la fascinación, con la alegría.
Demasiadas derrotas de la condición humana avisan que no es posible asegurar que las grandes obras no irán rumbo a la desmemoria. Pase lo que pase, el papel de Guardiola en su Barsa invita al recuerdo gigante. Hay gente que, en una calle, en una tribuna, en cien luchas o en mil rutinas, transforma algo del mundo. El Maestro Pep lo consiguió en la patria de sus esperanzas, los campos de juego. En la hora de tanta despedida, muchos corazones que laten fútbol sienten que eso merece un pedacito noble y honorable de la eternidad.
27/04/2012

Homenaje a Pep Guardiola

Volvé pronto, Pep

Por Ángel Cappa
Lo bueno de los grandes equipos es que, a la vez que se acercan al mejor fútbol, destruyen tópicos que de tanto repetirlos se convierten en verdades inmutables para la mayoría que no tiene ganas o no puede pensar. Por ejemplo, que el fútbol actual necesita del doble 5 (doble pivote se llama en España) para la recuperación de la pelota. Entonces es cuando el Barcelona juega solo con tres volantes, ya ni siquiera con cuatro, y recuerda que la recuperación es una tarea colectiva. Hace rato ya que algunos tácticos avanzados, decretaron la desaparición de los wines y es cuando el Barcelona recuerda que jugar con wines es tan moderno como hace 50 años, y que tal vez sea la mejor manera de abrir la cancha para encontrar profundidad.
El toque fue declarado de inutilidad práctica y, en todo caso, capricho de románticos perdedores para dar lugar a lo que llamaron apresuradamente "fútbol directo" y que no era más que un pelotazo largo generalmente sin destino preciso, adoptado sin cuestionamiento alguno por entrenadores "estudiosos". El Barcelona nos hizo ver que se toca para distraer y sorprender, para no tener que apelar al músculo sino a la inteligencia. Y que también sirve para defender: si la tenemos nosotros, como se juega con una pelota no la pueden tener ellos. Y para desanimar a rivales entusiasmados y bien preparados físicamente que, de tanto correr sin poder agarrarla, se cansan mentalmente y abandonan la tarea o siguen por inercia.
A los que confunden la velocidad con correr mas rápido, el Barcelona les reveló que, jugando a uno o a dos toques, la pelota circula mas rápido que cualquiera, y que para jugar a uno o a dos toques es necesario que el que la lleva tenga varias opciones de pase. O sea, el que la tiene no corre, corren los que no la tienen. Y que para ofrecerle una opción al compañero que la lleva hay que mirar y ver, y conocer el juego, cosas mucho más importantes que levantar pesas.
Y que el fútbol nos permite soñar y que eso de ninguna manera está reñido con ganar. "Estos jugadores hicieron realidad las jugadas que tantas veces soñé", dijo Guardiola, el conductor de este fabuloso Barcelona, en su despedida. También Guardiola hizo que el Barcelona iniciara la recuperación de la pelota en la misma pérdida. Así, a los rivales que se pasaban cinco minutos corriendo detrás de la pelota, cuando la tenían no les duraba ni tres segundos. Y otra vez a correr.
En fin, fueron cuatro años maravillosos. Cada partido una promesa de felicidad. Cada partido del Barcelona de Guardiola nos hacía vivir la realidad de los sueños, lo que para nosotros es al menos tan importante como ganar todos los títulos que ganó y que, por supuesto, también sirven, especialmente para aquellos a los que sólo los calman los nùmeros (en eso se parecen a los economistas neoliberales que nunca tienen en cuenta a las personas).
Y como todo pasa, Guardiola, agotado por el esfuerzo de tanto tiempo exigiéndose y exigiendo lo mejor, se va a descansar un tiempo. Y como todo queda, el aporte tan rico en fútbol, tan espléndido en esfuerzo, tan genial en inteligencia, tan sublime en estética, se queda con nosotros para siempre. Hace mucho que no hablo con él, pero si algún día lo encuentro solo le diré gracias. Que es lo mejor que le podemos decir. Muchas gracias, Pep. Y volvè pronto.
28/04/2012